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Sueño y Sexualidad
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Sueño y sexualidad tienen una relación que va más allá de constituir necesidades fisiológicas básicas del ser humano. Ambas son necesarias para la pervivencia de la especie, y una buena calidad, tanto del sueño como de la vida sexual, se considera en la actualidad una muestra de salud y calidad de vida. Sin embargo, existen otros muchos nexos sobre los que queremos centrar este artículo.

Está claramente demostrado que una buena calidad del sueño repercute en un adecuado funcionamiento físico y mental, y en definitiva, en una buena calidad de vida, en general. El funcionamiento sexual no es algo exento a ello. Así, existen estudios que señalan que el hecho dormir poco y mal se acompaña habitualmente de pérdida del deseo sexual y de una menor capacidad para excitarse sexualmente. Ello se debe, entre otras razones, a las alteraciones hormonales que provocan los trastornos del sueño, como por ejemplo, la afectación de los niveles de testosterona (la hormona del deseo sexual) y a la asociación que existe entre el sueño REM o paradójico y la respuesta sexual.

Durante el sueño REM se producen, tanto en los hombres como en las mujeres, reacciones genitales consistentes en una vasocongestión intensa, lo que provoca erecciones en el caso de ellos e incrementos sustanciales del flujo sanguíneo vaginal en el caso de ellas. La función que tiene este fenómeno es el mantenimiento y renovación de los tejidos que se vascularizan durante la excitación que caracteriza a la actividad sexual, lo que redunda en un buen funcionamiento sexual. En definitiva, estas reacciones sexuales durante el sueño son necesarias para asegurar una buena respuesta sexual.

Por tanto, es lógico pensar que los trastornos del sueño afectan al funcionamiento sexual. Esto es un hecho evidente en aquellos trastornos más graves como puede ser la apnea obstructiva del sueño, tal como demuestra una reciente revisión sistemática publicada en el International Journal of Clinical Practice, en la que se concluye que las disfunciones sexuales son habituales en estos pacientes, tanto en hombres como mujeres. Sin embargo, la afectación de la vida sexual no es exclusiva de la apnea del sueño, sino que también ocurre en otros trastornos, en ocasiones menos graves, pero con mayor prevalencia entre la población general, como es el caso del insomnio, por ejemplo. El malestar físico y la afectación del estado de ánimo que provoca el insomnio hacen que el deseo sexual y las reacciones sexuales (excitación y orgasmo) se vean alterados.

Tal vez el trastorno en el que se aprecia más claramente la relación sueño-sexo sea la parasomnia conocida como sexsomnia, que suele aparecer en adultos jóvenes, y que consiste en intentos por realizar el coito o masturbarse durante el sueño más profundo, existiendo una amnesia posterior al evento. Estas personas no son conscientes de su conducta ni recuerdan nada a la mañana siguiente, y se sorprenden si alguien (su pareja, por ejemplo) les relata lo sucedido. En el caso de los actos sexuales con la pareja, estos pueden contener manifestaciones de ternura y cariño, pero también agresividad y pasión desenfrenada. En muchos de los casos, este trastorno suele ir acompañado de otras parasomnias como puede ser el sonambulismo (levantarse y deambular completamente dormido) o el somniloquio (hablar durante el sueño).

Como hemos señalado, durante el sueño REM se producen reacciones sexuales a nivel genital completamente involuntarias. Por ello, en el caso de los hombres, el registro de las erecciones nocturnas se ha venido empleando como una técnica de diagnóstico diferencial en los trastornos de erección, asumiendo que cuando un paciente de estos presenta erecciones nocturnas su trastorno es de tipo funcional o psicológico, sin causa fisiológica. El paciente duerme en el laboratorio de sueño en donde junto con una polisomnografía se le realiza un registro de las erecciones mediante sensores especiales denominados pletismógrafos, que cuantifican el tamaño y la rigidez de las mismas.  Estas erecciones, con una duración de 10-15 minutos, tienen lugar entre 3 y 6 veces por noche. A pesar de que hoy se sabe que no constituye una técnica infalible de diagnóstico diferencial sí continúa siendo un método de evaluación en el área de las disfunciones sexuales.

Por último, otra asociación sueño-sexo interesante es la que tiene lugar después de una experiencia orgásmica. Y en esta ocasión existen diferencias importantes entre hombres y mujeres. Mientras ellos después del orgasmo suelen experimentar somnolencia, pudiendo llegar a quedarse dormidos, ellas no experimentan esta sensación sino más bien todo lo contrario: tienen la necesidad de comunicación o afecto, o de continuar con la actividad sexual. A diferencia de la mujer, el hombre después de un orgasmo entra en una fase refractaria, caracterizada por la saciedad sexual.

Esta somnolencia, e incluso sueño, es consecuencia de procesos que se producen a nivel cerebral y de la descarga de dos hormonas facilitadoras del sueño: la oxitocina y la serotonina. Por su parte, la liberación de otra hormona, la prolactina, durante el orgasmo conduce a la sensación de saciedad que facilita también el sueño. Estos fenómenos biológicos hacen que un porcentaje elevado de hombres se duerman profundamente después de tener sexo; hay encuestas que indican que el porcentaje puede llegar hasta un 80%.

En definitiva, sueño y sexualidad tienen entre sí una estrecha relación. Tanto el sueño como la sexualidad constituyen hoy en día excelentes indicadores de calidad de vida. Por tanto, una buena calidad de sueño y una vida sexual satisfactoria son sinónimo de salud.

Juan Carlos Sierra es Profesor Titular en la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, en la que se doctoró en Psicología. Es el responsable del Laboratorio de Sexualidad Humana del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) y miembro del Laboratorio de sueño y promoción de la salud. Entre sus líneas de investigación destacan varias relacionadas con la sexualidad humana: asertividad sexual, fantasías sexuales, satisfacción sexual, victimización, etc.

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