El sueño en las diferentes etapas de la vida
Foto-Lo-Monaco-sueño-edades

Fecha

Las características del sueño cambian en las diferentes etapas de la vida. Estos cambios son muy similares en todos los individuos y hacen referencia tanto al tiempo total que dormimos cada noche, como a la duración de cada una de las fases del sueño y la distribución del sueño a lo largo de las 24 horas.

La cantidad de horas que dormimos cada día, va disminuyendo a lo largo de la vida. Concretamente, los recién nacidos duermen unas 16 horas diarias. Durante el primer año de vida, se produce una drástica disminución en el número de horas de sueño, que se hace más lenta hasta llegar a la adolescencia. A partir de la adolescencia, el número de horas que dormimos se mantiene igual hasta llegar al envejecimiento. A partir de esta etapa, el número de horas de sueño se vuelve a disminuir, ya que nos despertamos más durante la noche y nos cuesta más volver a dormirnos de nuevo. Esto hace que el sueño esté más interrumpido, por lo tanto su calidad en esta etapa también es peor. A medida que envejecemos podemos tener más dificultades para empezar a dormir y conseguir un sueño que realmente nos haga descansar.

Con respecto a la distribución del sueño durante las 24 horas del día también se observan cambios desde que nacemos hasta que llegamos a la última etapa de nuestra vida. Concretamente, los recién nacidos tienen un sueño polifásico, es decir, que tienen varios periodos de sueño cortos a lo largo del día y la noche que duran entre dos y tres horas, dependiendo de la necesidad que tenga el bebe de comer. Conforme el bebe va creciendo, a los tres meses aproximadamente, debe ser capaz de dormir entre nueve y diez horas durante la noche sin despertarse y tener dos o más siestas durante el día. Alrededor de los tres años, el niño tiene un periodo de sueño principal durante la noche y durante el día tiene una siesta. A medida que el niño crece el sueño se hace fundamentalmente nocturno y se mantiene así hasta la vejez, donde vuelven a aparecer las siestas durante el día, como resultado de la disminución de la actividad física y el incremento de las actividades sedentarias. En los ancianos se establece otra vez el ritmo polifásico, es decir, que se duerme varias veces al día, recuperando en cierto modo el ritmo de la infancia, de ahí que en el sueño también se puede aplicar en la forma de dormir el clásico dicho «a la vejez, niñez”.

Con respecto a la duración de cada una de las fases del sueño, se ha observado que también varía. Concretamente, en los recién nacidos el sueño paradójico (sueño en el que el cuerpo está muy relajado y el cerebro muy activo) constituye aproximadamente el 50% del tiempo que los bebes pasan dormidos, ya que es esencial para el crecimiento y desarrollo cognitivo del niño y este porcentaje va disminuyendo de forma progresiva hasta la adolescencia. El tiempo que pasamos en sueño paradójico se estabiliza en la edad adulta hasta llegar a la edad avanzada, donde comienza a disminuir de forma drástica. El sueño de ondas lentas o sueño profundo (fases 3 y 4) comienza a disminuir en la adolescencia y, algunas veces, puede incluso llegar a desaparecer en la edad avanzada, dando como resultado despertares más frecuentes y prolongados.

Por lo tanto, cuando hablamos de sueño tenemos que tener en cuenta la edad, ya que los cambios que se observan son importantes. Sin embargo, las circunstancias y condiciones personales de cada uno son determinantes. Por ejemplo, podemos encontrar personas de la tercera edad sin problemas de sueño, o bebes que duerman durante más horas seguidas de lo habitual para su edad.

Lo-Monaco-Gualberto-BuelaGualberto Buela Casal. Catedrático de Psicología Clínica y director del Laboratorio de sueño del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC).
Lo-Monaco-Eva-HitaEva Hita Yáñez. Doctora en el programa de Neurociencias y responsable del Laboratorio del sueño del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC).

Más
artículos