Alterar estos horarios relativamente fijos, resulta contraproducente a la hora de conciliar el sueño y no solo para los niños si no a cualquier edad, ya que la falta de regularidad altera el funcionamiento de nuestro reloj biológico interno, que controla una buena parte de nuestras funciones biológicas. Los ciclos de sueño-vigilia están regulados por este cronógrafo, que tiene incluso un sitio físico en una estructura cerebral llamada núcleo supraquiasmático del hipotálamo, teniendo una organización individualizada para cada individuo. Se regula normalmente por una serie de indicadores externos, que en conjunto desencadenan una serie de procesos que indican que ha llegado la hora de realizar alguna tarea, y para el caso que nos ocupa, dormir o despertarse. Forzar las agujas del reloj trae consecuencias fatales para nuestro sueño, pudiéndose llegar a casos de insomnio de conciliación si estas de descontrolan completamente.
En verano solemos flexibilizar los horarios, vamos a la cama más tarde y nos levantamos consecuentemente después de lo que lo hacemos el resto del año (en la medida de lo posible), además tomamos hábitos para con nuestro sueño, diferentes y excepcionales (por ejemplo dormir la siesta). A pesar de que esto no puede evitarse (es parte del encanto del verano), conviene seguir también unas rutinas que no descontrolen nuestro reloj biológico el resto del año, seguir una serie de rituales fijos en la medida de los posible, que nos hagan ir a la cama más o menos a la misma hora, para después levantarnos bien descansados y con nuestro reloj sincronizado.